lunes, 19 de abril de 2010

Esperanza

Algunas veces, queremos hacer de los días que vivimos, los mejores ya que no sabemos si serán los últimos. Es una medida excelente, para poder satisfacer necesidades, pero hay algo que jamás puede desaparecer de nuestras entrañas, de los lugares mas profundos desde el alma al corazón y los pensamientos que es donde reside eso que nos queda y aunque no nos molesta del todo, aprendemos a vivir con ello; total si es producto de una primera vez. Al uno dejar todo atrás y darse cuenta lo tal vez fugaz del momento y ver todo con claridad duele, como todo lo no bien cosechado del pasado. Pero al momento de uno toparse con algo del pasado, que alguien lo caracteriza frente a tus propios ojos, dos pensamientos nacen: exterminarlos por más cruel que sea y hermoso que se sienta u obligar a la mente, a los pensamientos del pasado a regresar por un momento o tener en mente a esa persona.

¿Qué hará en ese preciso momento? ¿Estaría con alguien más? ¿Desfallecerá aun por un delicado beso que destroce un mundo interior, capaz de arrancar algo tan profundo que uno no desea sea devuelto? Cabe una ligera posibilidad, al fin y al cabo, todo en el mundo es relativo. Pero, ¿a caso esto le aplica a los sentimientos de los seres humanos? Porque sufrir por alguien que aunque es sabido que se corresponde, es necesario dejar eso atrás. Y uno no es perfecto, y también uno puede dar a conocer lo que no es, y sin dejar que la soledad abrume a uno, hay que darse cuenta que no se está tan solo y que al final, por más profundo sea, un pequeño rayito surge y da un nuevo sentido a la vida.

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